LIBRO: MUJERES VIRTUOSAS: BIOGRAFÍA DE ORFELINA ALAVARADO JARAMILLO
VIRTUOSA
BIOGRAFÍA DE:
ORFELINA ALVARADO JARAMILLO
Una mujer Virtuosa
Leighton
Natanael Zarria A.
N reg.: 0001
Avda. de La Unidad y Río Pindo
Shell-Ecuador.
Movil:
09 95 34 41 01
Mi nombre es Orfelina Alvarado Jaramillo, nací el 10 de
octubre de 1927, en un sector que mis abuelos le bautizaron con el nombre de Rumipamba
y que ahora pertenece al Cantón El Chaco, en la provincia de Napo, en el Ecuador.
Mi madre se llamaba Petrona, falleció
cuando yo tenía 2 años, antes de morir había recomendado a mi padre Julián, que
no nos abandonara, desde entonces mi hermana mayor Inés y yo nos quedamos al cuidado
de nuestro padre y la abuelita. Tenía todo el respaldo y amor de ellos.
En la escuela, me gustaba las
matemáticas, pero también aprendí a coser y tejer, mi profesora consideraba que
yo tenía vocación para ser maestra, no en vano me había conseguido una beca con
ese propósito, pero al momento yo creía que era más importante acompañar a mi
padre, además acceder a la beca significaba salir a Quito, dejando a todos los
familiares e ir al internado, con demasiado peso sentimental por resolver decidí
quedarme en casa. Concluido la escuela, comencé a confeccionar ropa para mis
vecinos que tenían necesidad de abrigo e intercalaba con las actividades en la
chacra. Una de las mayores necesidades en la comunidad, era la falta de ropa de
niños, para ese entonces mi padre me había provisto de un poco de material y yo
me las arreglaba confeccionando ropa para niños con retazos de tela.
A los 22 años me comprometí con
Rafael Hernedo Zarria Vargas, luego nos casamos el 25 de enero de 1950. Trasladada
a vivir en Linares, un pueblo cercano más al Sur y hermoso por su abundante naturaleza,
en mi nueva familia, veía como se hacía realidad el sueño, cuando empezaron a
llegar uno por uno los hijos e hijas; y había que proveer de vestido, desde los
escarpines o pañales, hasta la ropa para los niños más grandes, además podía continuar
ayudando a muchas familias que necesitaban de ese servicio.
No conocía mucho de mi propósito en
la vida, pero los pasos se aceleraron en una dirección que no había pensado, -ser
instrumento para generar vida. Dios nos bendijo con 14 hijos: Leonardo Bolívar
en 1948, Dina Emperatriz 1949, Eloína Práccides 1951, Corina Eulalia
1953, Cornelia Oliva 1954, Nelson Samuel
1957, Booz Obed 1959, Silas Merari 1961, Rode Uvaldina 1962, Hogla Gemima 1963,
Ada Claudia 1965, Magdi Vitelma 1967, Leighton Natanael 1968, y Esteban
Herneldo 1971, esto nos daba la certificación para ayudar a los demás en las
tareas de parto, mi esposo Rafael atendía y yo era su asistente, acudir a los
nacimientos donde nos llamaban era emocionante, la única intención que teníamos
era la de ayudar a otros. En las décadas de los 50, y 60 acceder a un médico
era casi imposible, con menos opciones
que hoy los parteros teníamos que hacer “milagros” para que salga bien un
alumbramiento, las labores de parto comprendía un proceso bien estricto incluso
para la dieta previa y después del parto, por ejemplo el uso y aplicación de
fajas, o la encaderación, las familias preparaban con anticipación sus gallinas
de campo para la dieta sobre todo después de dar a luz, y “el baño de purificación “con hojas de chiriguayusa
y más yerbas, receta que había aprendido de mi abuelo y de mi suegro. A veces
sugeríamos nombres para los recién nacidos cuando querían poner los nuestros.
Pero cuando les contaba que yo llevaba solamente un nombre el de Orfelina, entonces
estaban obligados a poner cualquier otro que quisieran.
El caso más notable que
experimentamos fue hacer una cirugía a un niño con problemas de habla por su
frenillo en la lengua.
Pero creo que lo más común que se
daba era hacer lavados estomacales con los que teníamos muy buenos resultados.
Además, Rafael, ayudaba a mucha gente
que tenía lesiones, yo estaba asistiendo con los ungüentos y mentoles
especiales que usaba para tratar los casos y una vez realizado el tratamiento
los pacientes se iban curados, llevándose un valor agregado que no les
cobrábamos nada y estaba además servido en la mesa una taza de café caliente.
Nos daba mucha alegría ver que se vayan sanos y contentos.
Si tuve 14 hijos, como no iba a
aprender a cocinar y servir, me alegraba ver la forma como se sirven la comida,
y lo que permanecen sentados charlando y riéndose con sus bromas. En la casa
dependiendo de la época, teníamos muchos trabajadores, tenían derecho al
salario y a la comida algunos podían hospedarse si lo deseaban. Cumplíamos una
misión, de que cualquier persona que llega a casa, le compartiríamos la comida
que teníamos en ese momento, un cafecito con tortillas o yucas refritas, por
ejemplo, o un café con chorreado que es lo más rápido que se prepara.
Sin café “no tenía sentido la vida, ni el día”. Una buena opción era tomar café en la tarde, con algún amigo que visitaba.
Si no se tiene amor para servir, creo
que fuera imposible vivir en el campo, siempre existen muchas necesidades; pero
una tiene que hacer todo lo posible para que los hijos no sufran, o tengan
siempre algo que comer, eso significa tener el habito de levantarse temprano
para preparar el desayuno o esperar hasta muy tarde con la cena para el número
de personas que fuera, de antemano haber cosechado frutos de la huerta
suficientes con la idea de que sobre y no falte; por ejemplo: si el menú para
el desayuno es (tacacho o majado) el plátano deben estar cortado el día
anterior, una vez cocido debe servirse en la mesa y convidado a la hora exacta,
donde todos deberán sentarse a la mesa incluido los obreros que tengas ese día,
además no se puede dejar de atender los requerimientos habituales de la casa,
las visitas y el trabajo en las parcelas.
El contacto con la comunidad permite
demostrar tu bondad sin buscarla, solo refleja que la alegría de la vida es
compartir con los demás. Si lo que se busca es solucionar los problemas de
manera conjunta; automáticamente sabemos que es lo que tenemos que hacer para
salvar un puente o mejorar un camino, y si una es esposa del presidente de la
comunidad ya nos podemos imaginar el grado de responsabilidad que se requiere en
las famosas mingas; que es una especie de trabajo armonioso para reír y trabajar
a la vez o comer, no importa el esfuerzo que implique la labor que se esté realizando,
no hay dificultad para ningún trabajo en conjunto. Sabemos que las mujeres
tenemos nuestro rol mientras los hombres están en la minga nosotras estamos
preparando la comida, son ollas grandes y de menú sencillo pero contundente,
que se puede sellar con un refrescante jugo de limón a la hora exacta y en el
lugar preciso, esto hace que los compañeros de la comunidad se sientan más
felices y complacidos de lo habitual, ya sabemos quién llega solamente para
comer, o quien está por el cumplido, o miedo de la multa, o envía un delegado.
Pero así es la vida en comunidad, siempre nos da más alegrías que tristezas.
Una oración a Dios es la mejor
medicina, siempre pensamos en nuestros hijos; queremos que ellos no sufran en
la vida, mi experiencia como una niña huérfana ha inclinado mi corazón a amar a
quien como yo ha perdido a su madre temprano, cuan profundo amor se desborda
alrededor de quien es pequeño y necesitado, ahí elevo mi oración a Dios por éxito
y sustento en su vida. Yo fui muy amada, Dios puso a mi padre como un ángel, remuneración
que tuve al vivir juntos por muchos años, él había sobrepasado los cien.
Aprender a respetar o amar no es fácil, solo cuando estamos conscientes de nuestro paso temporal por la vida cambiamos de perspectiva de las cosas; enseño a mis hijos e hijas que debemos hospedar, ayudar al extranjero o dar un vasito de agua sin discriminar a nadie. Pues compartimos lo que Dios nos ha puesto en las manos.
Sea como niña huérfana, dama en la sociedad, esposa en el hogar, o como
viuda, siempre me pregunto ¿qué es lo más
importante? si no, ¿el Amor?
Amo a Dios, la existencia, los hijos e hijas, mis nietos y nietas, por
ellos me esfuerzo para que nadie pase hambre, o se encuentre desnudo.
La salud o los achaques de la
vejez o la viudez, no deben detenerte de la oración o la dedicación a la
lectura. Siempre encontré en el el libro de los Provervios la sabiduría para mi
vida y pienso que sirve para las nuevas
generaciones:
Hijo mío, no te olvides de mí ley,
Y tu corazón guarde mis mandamientos;
2 Porque largura de días y años de vida
Y paz te aumentarán.
3 Nunca se aparten de ti la misericordia y la
verdad;
Atalas a tu cuello,
Escríbelas en la tabla de tu corazón;
4 Y hallarás gracia y buena opinión
Ante los ojos de Dios y de los hombres.
5 Fíate de Jehová de todo tu corazón,
Y no te apoyes en tu propia prudencia.
6 Reconócelo en todos tus caminos,
Y él enderezará tus veredas.
7 No seas sabio en tu propia opinión;
Teme a Jehová, y apártate del mal;
8 Porque será medicina a tu cuerpo,
Y refrigerio para tus huesos.
9 Honra a Jehová con tus bienes,
Y con las primicias de todos tus frutos;…
En 2011, en su cumpleaños 88, mi esposo ha sido diagnosticado de cáncer de
próstata, y es sometido a una operación en el hospital Vozandes de Quito,
pronto se recupera y vuelve a casa en Linares, sentimos con nostalgia el paso
de los años, recordamos las vivencias y dolores como las pérdidas de nuestros
hijos; desde: Dina Emperatriz una niña que falleció a temprana edad, Práccides
que desapareció en el terremoto de 1987, Silas Merari falleció en Babahoyo, Magdi
Vitelma en su lucha con la esquizofrenia y Ada Claudia guerrera del cáncer que
falleció el 17 de octubre de 2012.
Me alegro que estén alegres, y no quiero morir aún, para poder servirles
mas.
En agosto de 2014, asistí a un
chequeo médico en el Hospital Vozandes de Quito, por la presencia de un granito
en mi dedo del pie, un médico con acento ruso me ha dicho que tengo cancer de
piel tipo melanoma, y que en el mejor de los casos tengo tres meses de vida,
les ha pedido a mis hijos e hijas que me complazcan y hagan lo mejor que puedan
para consentirme, y dice: que la ciencia no ha logrado todavía una cura para el
cáncer de piel tipo melanoma, que a esta edad de 87 años no es procedente
amputar mi pierna, y que podrían tomar procedimientos paliativos, y que ya
pueden salir del consultorio en este momento, el ruso se compromete en
contestar la llamada si necesitan alguna ayuda, pero ántes le digo: despues de
una riza, que el no sabe que Dios, me dio la vida y que solo el determina
cuando me llevará… Al cabo de un año hemos vuelto a llamar al doctor para
consultarle, si podríamos tener un chequeo, pero ha sido imposible, nos ha
contestado una secretaria comunicándonos que el doctor Gennadi Tikhomirov, (ruso)
ha muerto hace unos meses atrás. En ese momento recuerdo el alago que me
propinó; “Ud. es una mujer de oro, en el mundo existen una de mil ….deben
cuidarla”, y que después refiriendose a si mismo exclamó: “Ud. va ha vivir, más
que yo, yo he de morir primero”.
En 2017, a los 94 años, Rafael ha dicho que está viviendo tiempo extra y
encarga a los hermanos la tarea en la iglesia y finalmente reposa del cansancio
de habitar esta tierra.
Me quedé viuda en el año 2017, pero no estoy sola, en casa me acompañan mis hijas
solteras Corina y Cornelia; “las tres mujeres” tomamos tareas abituales en el campo,
tengo la visita de mis hijos e hijas y los nietos que no faltan, nos alegramos
de tener muchos hermanos y amigos que nos han hecho sentir alegría, cada vez
que vienen, y tristeza cada vez que se van.
Es agosto del 2020, mientras reposo en Linares, he sentido dolor en mi
estomago pero me preocupa más el mareo de mi cabeza, esta noche fue difícil
dormir, Cornelia ha comunicado al resto de hermanos mi estado y decidimos salir
a Quito, el calendario marca 11 de agosto de 2020, nada es fácil, porque
alrededor esta la pandemia del Covid 19 y han cambiado los protocólos de
entrada y salida. Los primeros exámenes
son para descartar el contagio, he llegado por emergencia y estoy en cuidados
intensivos, recuerdo que Rafael paso por aquí y que en otra ocasión estuve
siendo despedida del doctor ruso, y en otra vez por un chequeo médico donde
descartaron el cáncer de piel tipo melanoma, esa sentencia de muerte habia sido
olvidaba con la alegría de estar sana, no a todos les pasa eso. Pero hoy me parece más difícil, porque no me
operan, ni veo que haya prisa de los médicos, aparte de que tengo respirador
artificial, para mí es difícil entender a los médicos; escucho entre murmulos:
vesícula hinchada llena de líquidos, pulmón cubierto de agua, corazón con una
arteria cerrada e intestino roto. Mañana confirmaremos a travez de una
endoscopia y sabremos los detalles, Hogla y Cornelia me han acompañado. Ha
llegado el día donde los resultados se descubren, descartan una rotura intestinal,
pero existe una mancha en el esófago, las muestras han enviado al laboratorio
para descartar o determinar su estado. Es 17 de agosto llama el doctor a Hogla
y le cuentan del resultado, a mí no me avisan solo sospecho: cáncer al
estomago, ya sin remedio, les sugieren que me lleven al oncólogo, que sería
para ellos muy delicado, pero sin entender
aún me quedo en otra sala menor; “vienen otros días, todo va a cambiar de aquí
en adelante le dicen”. Y se repite la frase: no hay remedio, consiéntan, denle
un helado, ¿cómo pueden negarle un helado si ella quiere?, sométanle a la
quimioterapia dice un doctor y el otro médico dice: no, o denle tratamiento
paliativo, ténganla en su casa y definan
un médico que les asista, estamos para servires, vengan el 15 de septiembre
para retirar el catéter.
La factura por favor en la oficina.
Es la noche del viernes 21 de agosto
de 2020, permanezco en Quito donde mi hija Hogla, en una casa de huéspedes, tenemos
una reunión vía Zoom, casi están todos mis hijos; ¡nadie sabe! ¿qué pasará
mañana?
Me preguntan ¿cómo estoy? y les digo:
a veces con pena, otras veces quiero ir a casa, pero a la casa de arriba.
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